¡Hola a todos! Esta semana, tal y como advertí los días previos, no voy a preparar un Audiorrelato por dificultades técnicas (cuando tengo que realizar dos voces creo que ya se nota mi falta de talento como locutor de radio o actor de doblaje).
Este relato es para mí muy especial, ya que, aprovechando la temática, me puse en contacto para hablar con antiguos compañeros de juego para crearlo y… bueno, aquí os lo pongo. Espero que lo disfrutéis.
Yoha, Ryner, Sinka, Tomei, Aley… gracias chicos
Por fin se encontraban todos reunidos, en la entrada de la mazmorra. Todos nerviosos, puesto que era la primera vez que se encontraban desde hacía más de diez años. Aunque formaran parte del mismo clan durante años, y compartieran horas de vicio y diversión, los caminos y las complicaciones habían conseguido que, poco a poco, cada una tomara una dirección distinta, y el único contacto que habían mantenido había sido la charla ocasional, casi siempre sin fundamente, más una puesta al día sobre los grandes acontecimientos vitales que un verdadero intercambio de emociones y sentimientos que se producían… pero eso había cambiado con el lanzamiento de Eferia.
Todos sabían que ese momento no sería eterno, puesto que las obligaciones seguían estando, pero la ilusión reinaba en el ambiente.
-¿Quién falta? -preguntó Tomei. Su avatar, una chica con el pelo morado, vestía ropajes de mago del mismo color.
-Creo que Ryner -respondió Aley. Llevaba un peto de cuero en un personaje bajito, con piel oscura y pelo rebelde. Movía la espada de forma incómoda, sabiéndose que aquella no era el arma que solía manejar.
-Sí, falta Ryner -confirmó Sinka, que enfundaba y desenfundaba su arco continuamente por los nervios.
-Nuestra composición es lamentable -se quejó Argodil, también nervioso. Tiempo atrás había sido el líder del grupo, pero en ese momento se sentía como el más inexperto. Era el único elfo del grupo: tenía estatura media, pelo en melena y dos espadas cortas en sendas manos- Somos cuatro magos, un arquero y yo. Aunque me dijiste, Aley, que puedes ir también de primera línea, ¿no?
-No debería. Yo tendría que llevar rifle. No entiendo por qué no hay rifle -se quejó.
-Bueno, aprender magia aquí da asco -se quejó Yoha.
-Si la espada es de decoración -apuntó Aley-. Si yo lo que quiero aprender es magia de luz.
-Chicos, como ilusionista os digo que mi magia sí que es la más…
-Perdonad el retraso -saludó Ryner. Había aparecido en mitad de todos, como si se hubiera desconectado el día anterior ahí-. Me ha surgido un problema en el trabajo…
-Ya estamos todos -apuntó Argodil.
-¿Se te atraganta la vida de adulto? -bromeó Yoha.
-Esa broma tenía gracia hace quince años -se quejó el recién llegado.
Todos sonreían. El haberse encontrado después de tanto tiempo era motivo más que suficiente para hacerlo.
-¿Cómo vamos a hacerlo, líder? -preguntó Ryner.
-El líder de facto es Tomei -evadió Argodil.
-Si estamos aquí para revivir los viejos tiempos, estamos para revivirlos -se defendió el mencionado-. Y en los viejos tiempos eras tú el líder. Qué demonios, tú me reclutaste en mitad de Arco, así que tú eres…
-Lo entiendo, lo entiendo. De acuerdo… pues.. la verdad, no he jugado mucho a esto.
-¿Ya no eres nigromante? -se interesó Sinka.
-No sé ni si se puede ser nigromante. La situación es: se supone, por lo que me dijo Yoha, que esta mazmorra es de un nivel lo suficientemente complejo como para que no se pueda resolver con un solo jugador, pero lo suficientemente sencilla como para que una panda de vejestorios desentrenados como nosotros la supere.
-Lo de desentrenados lo dirás por ti -se quejó Yoha.
-Y lo de vejestorios también -añadió Aley.
-Bueno, bueno. Sigue siendo un primer paso. Si nos sale bien, podremos buscar desafíos mayores. Tampoco es que fuéramos los mejores…
-Algunos de hecho ni siquiera hicieron todas las Raid -apuntó Ryner con sorna.
-Venís con ganas de guerra, ¿eh? -se quejó Argodil-. Muy bien. Yo iré de primera línea. No es que sea un tanque, pero creo que puedo entretener lo suficiente a las criaturas. Cambiaré una de las espadas por escudo: tenía la esperanza de que alguno hubiera cambiado de rol en este tiempo, pero en el fondo, yo siempre he sido el más tanque. Yoha, ¿tienes magias de curación?
-No -respondió.
-¿Ryner? ¿Alguno? -Todos negaron con la cabeza-. Muy bien, muy bien. Me lo ponéis difícil. Aley, como llevas espada, tú me cubrirás directamente para impedir que me rodeen.
-Yo debería llevar un rifle.
-Lo ha dicho antes, pero llevas espada y haces magia, así que te pones de segunda línea. No os lo toméis los demás a mal, pero Yoha siempre ha sido el mejor entre nosotros, así que te quedas en la zona de la retaguardia por si las cosas se complican. Confío en que puedas desenvolverte bien si la cosa se complica. Sinka, confío en tu precisión, por lo que atacarás a los enemigos más grandes. Muévete a la distancia que te convenga, pero intenta no sobrepasar a Yoha. Ryner y Tomei… bueno, tengo claro que Ryner puede ayudarnos en la primera línea con hechizos de área de efecto, según me dijo el otro día… ¿qué puedes hacer exactamente, Tomei?
-Esto…
Todos se quedaron mirándolo, ante el silencio que mostraba. Siempre había sido especialmente bueno en las habilidades de mundo abierto, pero el tipo de magia que le gustaba, el ilusionismo, era algo que se había visto poco en Eferia.
-Supongo que soy lo más parecido a un apoyo -respondió al fin, al ver que todos lo miraban.- Puedo hacer que vuestras armas atraviesen armadura sólidas, puedo hacer que ataquen a un enemigo que no existe… y bueno, como carta final puedo hacer una magia de retardo del tiempo. Pero no sé cómo funcionará en grupo. Y consume mucho maná.
-Es suficiente, entonces. Quiero que me cubras a mí o a Aley. En principio tengo habilidades como para aguantar el daño, pero no tengo nada para atraer la atención de los enemigos -terminó Argodil-. Veremos cómo está nuestro trabajo en equipo después de este tiempo.
Habéis entrado en la mazmorra “Las ruinas de Tirar” |
-La mayoría de los enemigos son una mezcla entre plantas y bestias -informó Yoha.
-Eso me trae recuerdos -respondió Tomei.
-Muchos recuerdos -secundó Ryner.
-Demasiados recuerdos -añadió Sinka
-Que sí, que sí, lo hemos entendido -se quejó Argodil, más nervioso que el resto-. Al menos yo. Solo espero que no sea un laberinto que los enemigos te matan de un solo golpe.
-Eso sería la parte final de la mazmorra -bromeó Aley-. Al menos, si son los recuerdos
-O un mapa vertical. ¡Oh! ¡Quiero un mapa vertical! -exclamó Tomei.
El primer enemigo apareció. Tal y como había anticipado Yoha, se trataba de un lobo de cuyas patas parecían extenderse unas vides que se movían a gran velocidad, aunque de escaso alcance.
-¡Ryner! -exclamó Argodil.
En ese mismo momento, una bola de fuego salió de la palma de la mano y golpeó de lleno en el costado de la criatura. Argodil salió entonces a cubrir a sus compañeros, interponiendo su escudo entre él y la centellada de la criatura. Una flecha se clavó en el costado.
-¡Dos más! -exclamó Yoha.
La espada de Aley pareció fundirse y comenzó a emitir una luz cegadora. El golpe impactó de lleno en la bestia que estaba bloqueando Argodil y cayó muerta. Las otras dos, sin embargo, eran rápidas. Una de las vides intentó rodear al elfo por la izquierda, la mano de la espada, y Yoha preparó un pequeño muro de tierra que consiguió el doble efecto de frenarlo y hacer que se golpeara con su hocico. Por otra parte, Tomei creó una imagen traslúcida de sí mismo junto a la tercera de las bestias, que atrajo su atención, pero desapareció al recibir el primer ataque. Sinka lanzó una flecha que se clavó en el ojo de ese lobo, y cayó muerto. Ryner, por su parte, repitió el hechizo de Bola de Fuego, que impactó en el último de los lobos.
-Se te olvidó un pequeño detalle, Tomei -se quejó Argodil.
-Eh… sí. Chicos, también puedo crear una ilusión de mí mismo.
Ninguno se molestó en reprenderle nada más: todos lo conocían, y sabían que ese tipo de despistes eran frecuentes en él.
-¿Y cómo repartimos el saqueo? -preguntó Yoha.
-Se lo damos todo al jefe y luego se reparte -sugirió Ryner.
-¿Pero qué os pasa conmigo?
-Que te queremos, Argo -respondió Aley.
-Que eres el líder -insistió Tomei.
-Que hace mucho que no te vemos -añadió Sinka.
-A mí no me pasa nada -contrapuso Yoha.
-Está bien, está bien. Pero hacemos un inventario. Sinka, se supone que tú puedes obtener partes aprovechables, ¿no?
-Sí.
-Muy bien. Entonces, mientras se encarga del saqueo… ¿alguien más quieres contarme alguna habilidad inesperada?
Ninguno respondió. Argodil rio. Sabía que más de uno quería tener algo más bajo la manga, pero que no lo compartirían por el momento.
-Ya está, jefe -informó SInka, que le entregaba los materiales.
-Qué rápido. Muy bien, continuemos entonces.
La mazmorra, una cueva cuyas paredes estaban cubiertas de raíces y musgo, se extendía de forma lineal, como lo hacía normalmente en los videojuegos clásicos, y todos lo agradecieron. De vez en cuando había algunas bifurcaciones que no llegaban a ningún sitio y volvían a continuar por el camino. Los combates estaban sorprendentemente bien planificados: rara vez alguno de ellos recibía daño, ya que cubrían con rapidez las aperturas de los compañeros.
-Me siento inútil -se quejó Argodil cuando se encontraron en la puerta del jefe de la mazmorra.
-Siempre fuiste el peor -comentó Yoha.
-Pero te queremos igual -insistió Ryner.
-Eso no es cierto. No siempre he sido el peor. Quiero decir, siempre he estado en mil cosas y llevaba…
-Eres el único que aquí que no completó todas las incursiones -insistió Sinka.
-Y las que completaste, las hiciste con nosotros -recordó Tomei.
-Pero te queremos igual -repitió Ryner.
-Defiéndeme, Aley…
-Lo siento, jefe, tienen razón. Es que siempre tenías nueve o diez personajes mientras que nosotros nos centrábamos en uno solo. Y aunque manejaras al nigromante…
-En jugador contra jugador era bueno -se defendió Argodil.
-Eso te lo compro -admitió Tomei.- Pero porque el nigromante no estaba equilibrado.
-Le ganaba a los otros nigromantes.
-No a todos -apuntó Yoha.
-Hombre, no era profesional, ni mucho menos. Ni lo voy a ser ahora.
-Tú has sido quien ha sacado el tema -señaló Aley.
Resignado ante las respuestas, cambió de tercio.
-Bueno, todos sabemos que, al ser la primera puerta con la que nos encontramos, aquí detrás está el monstruo final. Yoha, ¿sabes algo?
-Sí -respondió lacónicamente.
-¿Y nos lo vas a contar? -preguntó Argodil.
-Es que… solo puedo decir que es grande y está hecho de plantas. No funciona como en los otros juegos. Quiero decir, no hay guías. Hay tantas mazmorras distintas que la gente no se ha parado a explicar la mejor manera de hacer las cosas.
-Entonces tienes que estar ardiendo por dentro -bromeó Aley.
-Estoy muriendo lentamente por dentro -reconoció Yoha-. Estoy perdiendo oro.
-¡Qué dramático eres! -exclamó Tomei.
-Tú eras así -le recordó Sinka.
-¿Yo era así? -todos asintieron-. ¿Con lo de perder oro?
-Con lo de morir por dentro -comentó Ryner entre risas-. Aunque tú siempre echabas la culpa a tus estudios.
-Sí, porque a la suerte no se la podías echar -señaló Aley.
-Bueno, chicos, concentrémonos -interrumpió Argodil-. Viendo cómo van las cosas, y con lo que nos ha dicho Yoha, seguramente sea un tipo de enemigo bastante lento pero pesado y difícil de manejar. Infligir daño será fácil, pero apenas surtirá efecto. Yoha, te voy a encargar que reserves maná, que nos debe de queda ya poco a todos. Cuando Ryner te avise de que está sin maná, cambiáis roles. Confío en los dos para saber que os podréis manejar con un arma cuerpo a cuerpo junto a Aley, que será el vigía en este combate. Si aparece un enemigo pequeño, vosotros os encargáis. Sinka, el elementalista de los dos que esté disponible, Tomei y yo nos encargamos del jefe directamente. Si no aparecen enemigos secundarios, os unís a la batalla. Sinka, de ti espero flechas lentas pero precisas. Encárgate de buscar los puntos débiles y de castigarlos. Tomei, necesitaré que me cubras con tus clones y guardes maná para lanzar tu hechizo de detención del tiempo. Avísanos al menos 3 segundos antes de usarlo, que nos de tiempo a preparar habilidades ofensivas. Y yo… haré lo que pueda.
-O sea, que tu parte es la más fácil -se quejó Aley, aunque más que eso era una forma de intentar poner nervioso a su compañero.
-Para eso soy el jefe. ¿Estamos listos? ¡Por HDA!
-¡Por HDA! -respondieron todos, casi al unísono. Un escalofrío recorrió la espalda de Argodil, emocionado por actuar como clan unido después de tanto tiempo.
El elfo abrió las puertas de par en par y, tras ellas, se encontraba una bestia del tamaño de un elefante, aunque con la forma de un hipopótamo, salvo porque la mandíbula, en lugar de estar definida, parecía mutar a cada segundo, formando una especie de tentáculos de vides.
-Es feo -pensó Aley en voz alta
-Más uno -subscribió Yoha, simulando el lenguaje de las redes sociales.
-Más cien -exageró Ryner-. Y cualquier que diga que es bonito se merece que lo baneen del juego.
-Tiene su encanto -bromeó Aley.
-No te echo porque en el fondo lo dices porque se parece a ti -continuó Argodil con tono jocoso-. Venga, vamos a por él.
El elfo se preparó con su espada y escudo para colocarse delante de la criatura, atrayendo, de esa forma, su atención. Los demás tomaron posiciones en semicírculo, preparados para el combate. La bestia cayó en la provocación y atacó, aunque no de la forma que se esperaban: una gran vid salió de su boca y Argodil apenas tuvo tiempo de levantar su escudo para impedir el impacto en el pecho. Aun así, el golpe casi consigue derribarlo.
-¡Esto no salía en los vídeos, lo prometo! -se justificó Yoha, mientras preparaba un hechizo de hielo desde sus manos.
-¡Ahorra maná! -le recordó Tomei, al ver que se precipitaba a la batalla.
Ryner fue quien lanzó la primera magia. En vez de preparar su usual bola de fuego, esta parecía tener un núcleo solidificado en su interior. Golpeó de lleno en la enorme boca de la criatura, que comenzó a girarse lentamente. Una flecha de Sinka se clavó entonces en lo que parecía la rodilla de la criatura, y luego chasqueó los labios, frustrado.
-Sé que es un tópico, pero estoy muy… -comenzó Aley
-¡No lo digas! -interrumpió Tomei-. ¡Argo, ataca con la espada!
-Pero…
-¡Ataca!
Obediente, el líder se acercó al cuerpo de la bestia y preparó un ataque en estocada. Para su sorpresa, el arma atravesó la piel de la criatura, que detuvo su giro como si hubieran pulsado un botón de pausa.
-¡Lobo en la retaguardia! ¡Solo es uno Yoha! ¡Es tuyo!
Como les había dado tiempo a aprender cómo se movían, no le costó realizar unos movimientos elegantes, como si su clase principal siempre hubiese sido la de espadachín, y lanzar un corte vertical y una estocada para derribar a su enemigo.
-¡Lobo en vanguardia! ¡Es mío! -informó de nuevo Aley. Imbuyendo su espada con magia, consiguió partir en dos a la criatura de un único ataque.
-¡Intenta ahorrar maná! -informó Tomei-. ¡Te cubro, jefe!
La bestia se movió con rapidez y lanzó un potente coletazo. El elfo tuvo que agacharse para esquivarlo, y a duras penas lo consiguió.
-¿Desde cuándo los hipopótamos tienen cola? -preguntó Argodil.
-¿Desde cuándo esa cosa es un maldito hipopótamo? -respondió Aley con sarcasmo.
Sinka lanzó entonces una flecha, después de un tiempo seleccionando bien su objetivo: la intercaló entre los movimientos de las vides más superficiales, consiguiendo atravesar el blindaje en medio del lomo. La bestia se tambaleó, como si hubiera recibido el golpe de un martillo.
-¿A vosotros no os recuerda a un hipopótamo? -insistió el jefe
-¡Concéntrate! -exclamó Tomei.
-Antes no era así -masculló Aley. Por la cercanía, solo Argodil pudo escucharlo.
-Se parece a mí en el pasado -le respondió el elfo.
-¡Lobo en retaguardia! ¡Corrijo! ¡Tres lobos en retaguardia! ¡Voy para allá, Yoha!
-¿Sigo sin usar maná?
-¡No uses maná! -insistió Argodil.
Ryner, que llevaba bastante tiempo en silencio, preparaba un conjuro especial. De sus manos comenzó a brotar fuego, como si de un lanzallamas se tratase. Apuntó entonces hacia la mandíbula de vides del enemigo.
Dos de los lobos de la retaguardia cargaron contra Yoha, el cual retrocedió. Sabiendo que no podría contraatacar sin utilizar maná, esperó a que Aley tuviera tiempo para ayudarle a acabar con ellos, pero este tuvo que interceptar al lobo que atacaba a un desprevenido Sinka, alcanzándolo en el último momento.
-¡Esto con un rifle no pasa! ¡Aguanta, Yoha!
Argodil se giró un momento para ver cómo iba la batalla en la retaguardia, y por eso mismo no pudo esquivar el tentáculo que salía desde la cola, que impactó de lleno en su costado, lanzándolo por los aires. Tomei preparó rápidamente una ilusión de sí mismo, aunque la bestia la ignoró por completo. Continuó con el movimiento de su cola para alcanzar de nuevo al líder, que tardaría un tiempo en poder levantarse.
-¡Fallo mío! -gritó Argodil-. ¡Me las apaño! -exclamó al ver que el clan se preocupaba por él. A duras penas pudo interponer el escudo ante el segundo ataque-. ¡Aprovechar y atacad!
-¡Yo estoy en ello! -explicó Ryner, que seguía manteniendo las llamas contra las vides faciales.
-¡Mata a ese, Yoha! -pidió Aley, al ver que ya había llamado la atención de otro de los lobos.
–Flecha Cambiaformas -susurró Sinka. La flecha que había disparado se convirtió, en mitad del trayecto, en un halcón, y se acercó volando hacia la cola-vid de la criatura. Cuando encontró una apertura entre las raíces que cubrían la piel, se volvió a transformar en flecha y, con la misma velocidad con la que fue lanzada, se clavó.
-¿Qué ha sido eso? -se extrañó Tomei.
-Mi habilidad especial -respondió Sinka orgulloso.
-Ahora me dan ganas a mí de probar la parálisis del tiempo.
-¡Ahorra maná! -se quejó Yoha desde la distancia, repitiendo la frase que le había dicho varias veces desde que comenzara el combate.
-¡Yo sí que me estoy quedando sin maná! ¡Creo que le he destrozado la cara! -informó Ryner.
-No, ya era así de feo antes -bromeó Aley.
-¿Pero tú no decías que era bonito? -preguntó Argodil, que se incorporaba al fin, tras el respiro que le había concedido el arquero.
-Que tenía su encanto -se defendió.
-¡Yoha! ¡Yo ayudo a Aley! ¡Cambio!
Sinka lanzó otra flecha, que intentó apuntar en lo que sería la rodilla de la criatura, aunque en esta ocasión no pudo atravesar las vides más superficiales.
El fuego dejó de brotar de las manos de Ryner y dejó ver un espectáculo grotesco: bajo el mando de raíces, la piel se apreciaba del mismo color que un gato sin pelo, dejando grandes fragmentos, algunos de ellos quemados, colgando, formando una especie de papada sin grasa.
-¡Atacamos ahí! -informó Argodil.- ¡Aley, deja el ser vigía! ¡Ryner, tú eres vigia! ¡Avisa a Aley si necesitas ayuda!
Yoha lanzó una tríada de virotes de hielo en rápida sucesión contra la piel descubierta de la criatura. Sinka lanzó otra de sus flechas, impactando muy cerca del ojo, aunque sin llegar a acertar. Argodil, con la ayuda de Tomei, atravesó la piel en la altura del mentón, consiguiendo que brotara una sangre espesa que goteó en la cara del elfo.
-¡Esto no lo tenían los juegos antiguos! -se quejó.
-El sacrificio en pos del realismo -comentó Yoha.
-¿Desde cuando dices “en pos de”? -preguntó extrañado Argodil.
-¡Concentraos los dos! -insistió Tomei.
-¡Lobo en vanguardia!
-¡Es tuyo Aley!
-¡Cambia de forma! -gritó Tomei, al percatarse de que el color de las vides, hasta ese momento, comenzaba a tornarse rojo y carmesí.
-¡No puedo bloquear a esa cosa si carga! -se quejó Argodil- ¡Formación dispersa!
Tal y como había vaticinado, la criatura comenzó a cargar. No era especialmente veloz, pero tenía la envergadura suficiente como para que no se pudiera esperar hasta el último minuto para evadirla.
Argodil fue alcanzado por la bestia en el pie y sintió un dolor intenso. Todos los demás lo esquivaron sin problemas.
-¡Estoy bien! -exclamó.
Sin embargo, cuando la criatura lanzó una segunda embestida, la pierna no reaccionó a tiempo y fue alcanzado en el pecho. Aunque interpuso el escudo, el golpe fue tal que fue enviado directamente al santuario de resurrección.
El elfo abrió los ojos, conmocionado, y un sentimiento de culpa lo embargó. La mazmorra no estaba demasiado lejos de allí, a unos quince minutos, pero no estaba seguro de si sus compañeros habían sido capaces de sobrevivir sin él. Resignado, se sentó en un banco de la pequeña plazoleta de la aldea en la que se encontraban, muy cerca de las montañas del oeste de Vilanor, dispuesto a esperar y a hacer compañía a los que fueran cayendo detrás de él.
Y esperó, durante más de treinta minutos, hasta que pensó que quizás ellos habrían conseguido un santuario de resurrección distinto. Quizás había otro más cercano que él no conocía. O quizás ellos no conocían esta pequeña aldea.
-¡Eh! ¡Jefe! -saludó Aley desde la distancia. -¡Al final lo hicimos sin ti!
-Como siempre -apuntilló Yoha.
-Por eso tenía que quedarme el resto de recursos para mí -bromeó el líder-. Como seguro de que vendríais a buscarme. -¿Qué pasó al final?
-Pues que… -comenzó Ryner.
-¡Eh! ¡No se lo digas! -cortó Aley-. Él era el que decía que no le gustaba ver guías ni buscar información de los juegos hasta que se enfrentara al peligro, ¿no?
-Pero, ¿vamos a volver allí?
-De eso veníamos hablando -informó Tomei-. Las vides que suelta reducen el costo de maná de la magia en un veinte por ciento. Queremos hacer pociones o una armadura con ellas, por lo que tendremos que conseguir bastantes.
-Aunque por hoy ya está bien. Aún no he comenzado el trabajo -se quejó Yoha.
-Tú que trabajas desde casa -se quejó Sinka.
-Pero mañana podemos continuar por la tarde -ofreció Tomei-. Nosotros podemos. ¿Qué te parece, jefe? ¿Te apuntas?