El drama del castellano

He dudado durante bastante tiempo sobre cómo debía titular a este artículo. Quizás porque son dos pensamientos los que quiero compartir, y no suele haber espacio para ambos. El drama del castellano y el apogeo de la lengua sin fonética. Del mismo modo, no sabía con qué palabras comenzar el artículo. Y, ante la duda, quizás lo mejor sea empezar con la historia por delante.

Cuando se inventa la escritura, hace ya algún tiempo, la pretensión final es mantener por escrito los movimientos mercantiles. Es decir, un mero libro de contabilidad. Pero no pasa demasiado tiempo hasta que alguien ve el verdadero potencial de la lengua escrita: dejar un legado que supere generaciones. Las primeras briznas de la inmortalidad. Algo que podía competir con los pensamientos religiosos de la época.

Luego, el paso lógico, era el alfabeto. Hacerlo sencillo a todo el mundo. Que esas ideas difundan por el pueblo. Que aprender a escribir y a leer sea algo sencillo, al alcance de cualquiera. Para que esas obras no se inmortalicen en lugares privilegiados, sino en las mentes de todo el mundo. Sin embargo, no fue el paso lógico en el Lejano Oriente. Quizás porque pretendía, precisamente, que el pueblo llano no entendiera la escritura.

¿Por qué me he remontado tantos años?

Porque el objetivo final de un alfabeto era relacionar un sonido (o fonema) con un signo. Al principio fueron silabarios, que era lo mínimo que podían desglosar la palabra. De hecho, en Japón se quedaron ahí. Pero el paso último era que fueran un número mínimo de símbolos que memorizar. Un fonema para un símbolo.

Y se mantuvo esa norma estricta durante mucho años. Hasta que llegó el inglés.

Diría que no tengo nada en contra del inglés, pero mentiría. No tengo nada, y eso es cierto, en contra del ciudadano que habla el inglés. Y quizás no me molestara tanto si no nos obligaran a todos a hablar en dicha lengua de bárbaros (en el sentido romano de la palabra). Pero nos obligan.

El principal problema del inglés es que no tiene normas de pronunciación. La palabra «exit» se podría haber pronunciado como lo hace (siguiendo sus raíces latinas) o «ixait», siguiendo lo que marca el alfabeto. (No pongo los corchetes porque no es una transcripción fonética exacta, de la cual se poco). Y el problema se expande, a veces, a las consonantes.

Por eso no me quejo ante el inglés medio. Supongo que durante la Edad Oscura, Britania sufrió lo mismo que las demás regiones romanizadas, con la premisa añadida de que era una de las regiones más alejadas de la influencia civilizadora de Bizancio, y que nunca llegó a ser, aunque sea parcialmente, reconquistada por los esfuerzos de Justiniano (ese gran olvidado en la historia medieval).

Pero cuando llegaron a estandarizar su lenguaje… ¿Por qué no remodelaron su escritura? ¿Por qué no hacerlo según unas normas de escritura básicas. La RAE en el siglo XXI admite almóndiga, pero ellos fueron incapaces, mientras la gran mayoría no sabía leer ni escribir, de unificar su lenguaje.

Esto no es más que una reflexión, en el fondo. Una crítica al sentirme impotente al encontrar una palabra en el idioma anglosajón y no saber cómo diablos se pronuncia. Quizás, si fuera el alemán el idioma dominante, me quejaría de la obsolescencia de las declinaciones.

Y a raíz de esto es de donde viene el segundo tema de esta entrada. El drama del castellano. ¿Por qué hemos dejado que el inglés sea tan importante en nuestra sociedad? Porque, sencillamente, las comunicaciones están en inglés. Cada vez nos importa menos que un texto sencillo no se molesten en traducirlo, ya sea Internet o en la televisión. Deberíamos saber inglés, ¿no? Y quien no lo sepa… bueno, tuvo su tiempo para aprenderlo.

Yo no opino así. Como decía Goyo Jiménez en uno de sus monólogos, el esfuerzo lo tiene que añadir el emisor, no el receptor. Si quieres transmitirme algo, que sea claro y conciso. Que a buen entendedor pocas palabras bastan, estamos de acuerdo. Pero no todo el mundo tiene que ser buen entendedor.

Y el culmen de esto, y por lo que me he decidido definitivamente a escribir esta entrada viene por la industria de los videojuegos. Porque han decidido que el español no les sale rentable como traducción. Y no me molesta que opinen así. A fin de cuentas son empresas. Lo que me molesta, sinceramente, es que la comunidad española no haya boicoteado dichos juegos. Claro que no. Porque entender inglés es de cultos, pero solo en España. Si el Age of Wonders está traducido al Polaco, al Ruso y al Francés, ellos, si son incultos, tienen derecho a jugarlo. Pero los españoles no.

Siempre nos gusta quedarnos con el consuelo del Quijote como emblema del castellano. Pero seamos justos, es el segundo libro más traducido. Insisto, traducido. Somos una cultura a la que le gusta compartir lo que tiene, pero a la que no le ofende cuando los demás no comparten.

Aunque esta última reflexión se va un poco por las ramas. Volviendo al tema central, muchos (o mejor dicho, pocos, porque sois pocos los que me leéis) pensaréis que es un caso aislado. Los tres últimos videojuegos que he estado a punto de comprar, no tenían la opción del castellano. No es tres de los últimos. Sino los tres que he mirado.

Sin contar, ni mucho menos, el doblaje. Pero eso sí que lo entiendo. No les merece la pena el doblaje. Muchos videojuegos tienen textos que no se van a llegar a pronunciar en la vida, y supone un esfuerzo brutal. ¿Pero cuánto cuesta un grupo de traductores? Nada. Porque aquí llega lo más interesante del asunto.

No solo no nos lo traducen ellos. Cuando la comunidad española se ofrece voluntariamente a traducir el juego, no nos dejan. Los motivos, personalmente, creo que son sencillamente que nos tienen como una comunidad tan apartada que no nos tienen en consideración, y dichas peticiones se pierden sin que lleguen a los oídos del que de verdad tiene que oírlo. Y en eso queda, en un deseo muerto.

Haría un llamamiento a toda la comunidad española a que pidiera ese tipo de cambio, al menos en títulos como SWTOR, financiados por gigantes como EA, se tomen el esfuerzo de traducir el juego. O los españoles tomen el esfuerzo de dejar de comprarlos.

Pero para eso haría falta que nos sintiéramos unidos. Y eso es harina de otro costal.

Una respuesta a “El drama del castellano

  1. Posibles razones:

    1. Los imperios y las lenguas
    2. Idiomas como barreras de progreso social (igual que las marcas)
    3. Modernidad / estar a la última y la lengua inglesa
    4. El español puede competir (y de hecho lo hace) con el inglés como lengua mundial

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